En la 13ª Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY), entre montones de libros, hubo un rincón que atrapó miradas y sonrisas, el stand «Chicos listos-didácticos» donde aprender es divertido.
No ofrecía solo libros, sino un espacio donde los niños tocaban, jugaban y descubrían que aprender también puede ser divertido.
Un espacio didáctico
En este espacio, los niños y niñas encontraban juegos didácticos, rompecabezas de letras y dinámicas interactivas que hacían que cada página cobrara vida.
Muchos niños crecen pensando que leer es una obligación, una tarea de la escuela, algo pesado, pero cuando el aprendizaje se convierte en un juego, las reglas cambian.
Hoy en día, con tanta tecnología en las aulas y pantallas en cada rincón, muchas veces olvidamos que aprender también puede ser algo físico, algo que se toca, se mueve y se experimenta.
Juegos de mesa, libros impresos, material didáctico ayudan a desarrollar habilidades como la concentración, el pensamiento crítico y la creatividad.
Exposiciones como la FILEY nos recuerdan que el gusto por la lectura y el aprendizaje no aparece de la nada. Se cultiva desde la infancia, se construye con experiencias positivas y se refuerza con herramientas adecuadas.
Aprender y divertirse
Si desde pequeños los niños exploran libros de forma divertida, sin imposiciones ni presiones, es más probable que crezcan con curiosidad.
El stand «Chicos listos-didácticos» es un claro ejemplo de cómo podemos transformar la manera en la que los niños ven la educación.
No se trata de memorizar datos o repetir información, sino de despertar la chispa de la curiosidad.
Porque aprender no debería ser un castigo, sino un juego donde cada historia, cada reto y cada descubrimiento hacen que el mundo sea interesante.
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