
La experiencia en la FILEY fue mucho más significativa de lo que esperaba. Asistí el domingo 30 de marzo con una misión clara: encontrar un libro escrito por una autora, de preferencia latinoamericana o asiática. Quería revivir la emoción que me provocó Antes, aquel libro que encontré hace dos años en San Cristóbal de las Casas.
Ya había asistido con anterioridad a este evento, hace dos años justamente. No recuerdo bien la razón por la que no me presenté el año anterior; quizá solo fue la falta de motivación de seguir siendo una misma.
Este año fue mucho más vivo de lo esperado, a pesar del poco tiempo que estaría. Me sorprendía ver a tanta gente presente este último día; había tanta que incluso presentí que alargarían una semana más el evento (desatinada esperanza, no fue así). Ver a tantas familias divertirse con las actividades hechas para el fomento de la lectura causaba una gran dicha en el aire.
La lectura para mí misma ha sido extraña. Me quedé reflexionando todo el rato que estuve explorando los puestos. No he sido una ávida lectora, probablemente no haya leído más de 20 libros en toda mi vida. Un libro por año de vida, menos quizá. Aun así, la pasión que envuelve el universo de la literatura es sincera, sobre todo por la cercanía que genera hacia mi papá.
La búsqueda
Los quioscos estaban llenos de libros, abundaban los de segunda mano, lo cual generaba un olor peculiar en el amplio salón lleno del eco de los asistentes. Me llamó la atención el interés por los clásicos de pasta dura. Algunos eran fragmentos, como una edición de La señora Dalloway en Bond Street, lo que los convertía en cuentos independientes con portadas bellas.
Noté un gran interés por los clásicos de pasta dura que vendían, eran una edición que no había visto antes. No eran los libros completos, que algunos eran fragmentos de gracias a la edición de la Señora Dalloway en Bond Street, cosa que los convertían en cuentos de los mismos clásicos con portadas bellas.
Mi búsqueda continuaba, pero inesperadamente surgió una meta secundaria: encontrar una edición de La Metamorfosis sin ningún indicio de un escarabajo en la portada.
Mis vergüenzas hechas comedia
No dejaba de pensar lo irónico que fue que Franz Kafka es de los escritores más odiados, incluso por sí mismo. Publicaron sus escritos más personales a pesar de que en su lecho de muerte suplicó que los quemaran. Su único deseo con La Metamorfosis era que la portada no tuviera un bicho. Un pobre diablo.
Me identifico con él, más ahora que pasó mi cumpleaños.
Recorrí el lugar hasta que comencé a encontrar las librerías que podrían tener lo que buscaba. La primera fue la Librería Sempere, ubicada en la esquina de la primera parada del bus de la ruta de calle 60. Había libros de editoriales independientes, poesía contemporánea, autores latinoamericanos e historias nuevas para mí.
Quise llevarme cinco libros que llevo mucho tiempo merodeando. Desafortunadamente no encontré mi objetivo estrella: la poesía de Idea Vilariño. Me arrepentí una vez más de no haberlo comprado aquel martes de hace tres meses.
La energía en el lugar era contagiosa. Me encantaba descubrir nombres nuevos de autores. Vi a varios adolescentes con bolsas llenas de libros. Las «citas a ciegas con un libro» estaban teniendo un gran éxito.
Los libros
La energía en el lugar rebosante, me encantaba encontrar los nuevos nombres de autores que nunca había visto. Vi a varios adolescentes llevarse bolsas llenas de libros, había mucho éxito con las citas a ciegas con un libro ya que la gente se amontonaba para encontrar a su nuevo gran amor o su siguiente gran desilusión, aunque eso último sería poco probable.
Existe algo en la sorpresa que genera un enamoramiento inmediato con el contenido. Eso buscaba en el nuevo libro.
Todo llegaba al final cuando lo encontré: “El peso de las cosas chiquitas”. Brilló con su portada de collage, un hobby que acabo de adoptar. Era una antología de cuentos. Una línea me hizo decidir gastar mis últimos cien pesos de la quincena.
Entrar a la tienda donde estaba fue como pasar a una casa mágica, donde una bruja me ofrecía todos los conocimientos que quisiera y pasiones escondidas en páginas, quería que se detuviera el tiempo para descubrir toda la poesía que me esperaba para acariciar mis pulmones con cada suspiro que me saquen.

La feria para nosotros
Se sintió en casa dar vueltas en la feria, me dio nostalgia de la última vez que estuve ahí. El bullicio por primera vez fue acogedor porque se escuchaba que el foco principal de la multitud ahí era la cultura.
Ver que la ciudad está organizando eventos para los locales otra vez llena un hueco de esperanza que se hacía más grande de lo que se podía manejar. Los extranjeros estaban llegando para tomar los lugares que es de nosotros, que fue construido con nuestras manos.
Ahora parece que está habiendo una reivindicación de la ciudad y la cultura al estar en un espacio donde veo a más personas que se parecen a mí que personas que hablan un idioma que no me importa comprender.
Fue de ensueño escuchar tan alto el acento con el que he crecido, poder leer con ese mismo acento y narrar mis aventuras con ese acento.